Cada familia es diferente, dependiendo de sus valores y de su propia forma de interpretar el mundo. Sin embargo, los hijos están inmersos en el proceso de socialización que les llevará a
convertirse en adultos integrados y, el hecho de ser diferentes, puede generarles un conflicto personal.
La mayoría de nosotros conoce algún caso en que unos padres habrían celebrado con gusto una fiesta, coincidiendo con el momento en que los pequeños hubieran hecho la comunión, que finalmente no
llegaron a realizar. Esta situación, en ocasiones, provoca frustración en algunos niños, que viven como una discriminación el hecho de que los padres no quieran participar en una ceremonia
religiosa.
Por eso, cada vez son más frecuentes las ceremonias civiles, en las que se festeja el paso de la infancia a la pubertad. Este acto familiar y social se desarrolla en torno a determinados
artículos de la Convención de los Derechos de la Infancia (1989) relacionados con la obligación de los padres y familiares del niño de hacer que la vida del menor sea placentera y a procurar su
bienestar.
Las ceremonias civiles se llevan a cabo en espacios destinados a celebraciones, como salones de boda civil, antiguos conventos, restaurantes, casas solariegas, fincas o
cortijos preparados a tal efecto. Y, lo más importante, cumplen el objetivo de que el niño o la niña disfruten de un día de fiesta junto a sus familiares y amigos, y sientan que forman parte de
la sociedad en igualdad de condiciones que sus amigos.
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